Mientras me preparaba para lanzarme en una tirolina desde el punto más alto de una selva en la Isla de Santa Lucía, en el Caribe, temblaba de miedo. Segundos antes de saltar de la plataforma, pensé en todo lo que podría salir mal. Pero reuní todo el coraje posible y salté. Me deslicé entre los frondosos árboles, con mi cabello volando con el viento y mi preocupación desapareciendo lentamente. Mientras la gravedad me movía, pude ver más claramente la plataforma y, tras parar con suavidad, supe que había llegado sin problemas.
Aquella experiencia me hizo pensar en las veces en que Dios hace que enfrentemos situaciones nuevas y desafiantes. Las Escrituras nos dicen que confiemos en Él y no nos apoyemos en nuestra propia prudencia (Proverbios 3:5) cuando tenemos dudas e incertidumbres. Si nuestra mente se llena de temor y cuestionamientos, los caminos pueden volverse más oscuros y distorsionados. Pero en cuanto decidamos dar un paso de fe y someter nuestro camino a Dios, Él «enderezará [nuestras] veredas» (v. 6). Pasando tiempo en las Escrituras y la oración, aprendemos quién es Dios y nos volvemos más confiados al dar esos saltos de fe.
Podemos encontrar libertad y calma aun en los desafíos de la vida cuando nos aferramos al Señor y dejamos que nos guíe.
Padre, ayúdame a confiarte mi vida. ¿Qué cambios o desafíos requieren que confíes totalmente en Dios? ¿Qué impide que des ese salto de fe? 2 Crónicas 34–36Juan 19:1-22 https://nuestropandiario.org/8eG